"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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10-11-2014 |
Por Omar Betarte, ”el Cabeza”.
”Qué burros y bestias, fueron los gobernantes y políticos uruguayos, que cagaron a palos a una de las generaciones más brillantes que produjeron ellos mismos y sus instituciones.” y agregó: ”Como éramos jovenes, ante aquellos castigos, tomamos cuenta de la agresión con las armas en la mano, y bastó eso para que se les derrumbara el Uruguay de la mentira, la democracia de los falsos horopeles, toda la inmensa patraña”. Omar Betarte
c.e.r
La noticia de la muerte de Cesar Omar Betarte Benitez nos llega, cuando estamos con un pie en el estribo, de regreso a los pagos. Cuando la noticia nos llegó -de la pluma de Julio Louis- sentimos de repente, dolorosamente, la llegada de ese vacío que deja en nuestra memoria, su fallecimiento.
Estuvo presente, en momentos cruciales de nuestra vida. Fue a la vez compañero de prisión y de celda en el pabellón B, de Punta de Rieles. Aquel primer encuentro nos dejó a ambos con una amistad incipiente que -en su caso- se refería a todas sus cualidades. Modesto, medido, austero, tenía también sus toques de humor particular.
Entre cientos de otros presos, su figura era rápidamente recordada, con cariño. Años despues, en Montevideo, tuve la oportunidad de señalarselo, esperaba yo un omnibus -distraido en la calle, como siempre- yla oportunidad se dió de que que me sorprendiera con su saludo y se lo dije: -”Vos sabés Cabezón, que me da alegría, siempre, verte?”. Me miró entre sorprendido y divertido y sonrió levemente, -”A mi, me pasa lo mismo”, me dijo.
Hoy, con la noticia de su muerte, lamento estar lejos de Uruguay y de Montevideo, no poder estar presente en su entierro, no poder estrechar la mano de su compañera de toda la vida, no poder saludar a su hijo, con un pésame.
Amigos, de amistad nacida en prisión, en medio de incertidumbres sin cuento, cuando todos nos presentíamos ”la segunda ronda, en pelo y sin bastos”, a garrote limpio, peleabamos en la juventud de nuestras vidas, por salir del trance, con la dignidad personal intacta, capaces de ver directamente a los ojos, a los demás, a los otros. Sin tener que bajar la mirada. Creo que ambos cumplimos aquel compromiso y de ese esfuerzo nació la concordancia de propósitos y la amistad incipiente, esa que comienza por la simpatía.
En la prisión -me toco ser ”responsable” de una de las celdas del pabellón B- me llegó la noticia de que ”el Cabezón”, antiguo tupamaro, era también ”microfracción”.
Se esperaba que tuviera ante él una actitud reservada. Eventualmente hostil. Hay sectarismos inútiles en nuestra izquierda que nunca amainan. Lo acaba de marcar nuevamente, las últimas semanas de las últimas elecciones naciones.
Pero los que esperaban, esperararon un imposible. No pertenecíamos al estrecho círculo ”de la oficial” y teníamos luego de la estadía en los cuarteles, y en el diálogo de Punta de Rieles, muchos motivos para dudar muy seriamente de las versiones ”oficiales” de la derrota, cuestiones que nos acompañarían para siempre.
Tanto Omar Betarte, ”el inglés” Wilburn, ”el Lobito” y tantos otros, eran excelentes compañeros. Era imposible no sentir simpatía por ellos, que se afianzaba en el ”día a día”.
Al lado de ellos, en la misma celda estaban otras presencias ”compañeras”, del ”mismo palo” que eran lamentables: cierto dramaturgo que después fue ”rehén”, ególatra entre los ególatras y de una vaciedad moral e intelectual sorprendente; cierto ”Coreano”; cierto marino mercante que habia descubierto los beneficios de ser ”ortiva”; cierta ”Vaquita Pobre” que apenas detenido movilizó a un cuartel entero y todos sus vehículos por sus confesiones apresuradas preñadas de delaciones.
Todos ellos eran recordatorios tristes de que entre ”los compañeros” había ”gente” que uno hubiera preferido no haber conocido nunca antes, tanto era el desagrado y la repugnancia moral que provocaban sus presencias.
Un episodio merece contarse. Existía en aquello momentos -entre ”la guardia” del Penal, cierto oficial de caballería, que merecía -por la tropa- el apelativo de ”El Tordillo” porque era un albino.
Tenía el susodicho, como prenda de carácter el ”judear” a los detenidos. Y en nuestra celda, residía, -habíamos conseguido trasladarlo desde el diminuto ascensor donde cumplia su arresto ”de parado” y con luz todo el día para mayor mortificación- Pereira Mena, ”el negro Alejandro”. Hacía él se dirigía todas las noches ”el Tordillo”, lo sacaba de la celda y se divertían él y la tropa a su mando, con un paseo en jeep militar. Primero lo hacian arrodillarse-en el ambulatorio de las visitas- ante la fotografía de los ”cuatro milicos muertos” en el enfrentamiento a que dió lugar la operación ”de hostigamiento” al general Gravina. Despues, lo trasladaban a un descampado de las inmediaciones y, a la luz de los faros del jeep, le espetaban ora que era un ”perro”, un ”burro” o un ”caballo”. La negativa a idenficarse motivaba un castigo, hasta que el detenido aceptaba que era cualquiera de los animales mencionados. Pero era solo el comienzo...
Qué hace un perro? -Anda en cuatro patas. Pues póngase en cuatro patas!!!
Que hace además, un ”perro”? -Ladra. Así que póngase a ladrar!!!
Cada caracterización, que era negada por el detenido, era obligada a aceptarse a palos, trompadas y patadas, en la soledad de los campos, rodeado de enemigos y a la luz -siniestra, para ese entonces- del mentado vehículo que pagan los dineros del pueblo contribuyente.
Al amanecer, traían a Pereira Mena de regreso al cuartel y la celda, despues del tormento de una noche de cevicias.
Mientras el dramaturgo, que había sido jefe y después fue rehén, se hacía ”el burro” con lo sucedido a un camarada de su misma celda , los demás, las bases, planeabamos como encontrar una salida y terminar con la situación.
Al final, llegamos a un acuerdo: un detenido (fue ”el Lobito”) cambiaria de lugar de dormir con Pereira Mena, y despertado de su sueño en la noche, por la presencia del torturador, se despertaría haciendo barullo. El mismo serviría para despertar a los otros presos conjurados que rodearian al oficial, en la oscuridad de la celda, mientras preguntarían -” Que pasa oficial, algun problema?”.
En el corredor, que tenía las unicas luces, que iluminaban aquel celdario de tormentos, estarian a las rejas, los otros presos, para ”fotografiar” con su mirada dura, silenciosa y reprobatoria, a aquel miserable.
La defensa ”del negro Alejandro” se realizó con todo éxito. Despertado, ”el Lobito” hizo su barullo, los otros presos de la celda, saltaron de sus camastros y rodearon al infame Tordillo, y en tono comedido, mientras fingían simplemente preguntar: ” qué pasa oficial?”, le metía las palmas estiradas de las manos en las costillas, como un recordatorio, que ahí, adentro, todos eramos simplemente hombres. El resto del pabellón tambien cumplio su cometido de presencia silenciosa, acusatoria y vigilante.
El ”valiente” oficial, de nuestras miserables y cipayas Fuerzas Armadas, el Tordillo, rodeado de presos, no se cagó ni se meo, en los pantalones, pero se pegó el tal jabon. Como pudo, en silencio gano la puerta de la celda y enfrentó en el corredor las miradas acusatorias, silenciosas de las otras celdas. Fue una victoria moral extraordinaria y las ”visitas nocturnas” jamás volvieron a repetirse. Asi dejaron de ”verduguear” en el penal de Punta de Rieles al detenido Pereira Mena.
César Omar Betarte Benitez, ”el Cabeza” fue uno de los de la partida.
La ”historia” tiene un epílogo. Mas aciago y amargo que el incidente.
Porque al otro día, el dramaturgo-jefe y luego rehen, me llamó a un ”aparte” y me espetó que yo era un ”irresponsable” que ponía en peligro la vida de 16 hombres para salvar a uno.
Le respondí, que yo era tan ”irresponsable” como él era un jefe ”cagón”, que preferia sacrificar a un hombre (que pertenecía al selecto ”aparato militar”, la niña de los ojos, de toda ”la oficial” del aparato) para salvar su pellejo miserable. Quedamos enemigos para todo el resto de nuestras existencias y yo me fui a contarle el incidente a los conjurados, entre ellos Cesar Omar Betarte, que se rieron virilmente de los argumentos del ”ruso” jefe.
Todos estos recuerdos me asaltan, a la llegada de la noticia de la muerte de ”el Cabeza Betarte”.
Reflexionen los lectores que la lean, sobre un hecho: las cosas que contamos son acciones colectivas de los hombres de la base de la organización en defensa de la integridad personal de un semejante.
Ahora vayan quién quiera a los relatos de los denominados ”jefes”. Verá el recuento de sus penurias particulares, pero nunca jamás una acción colectiva en defensa de la integridad de otro . Las bases de la organización en cambio tienen cientos de historias de solidaridad efectiva para contar, pero, ay, nunca llegan a las crónicas escritas.
La nota de los compañeros de Crysol (1), refresca además mis recuerdos. Detenido en el 72, Betarte recupera su libertad en el 74. Estaba ”liviano”. Inmediatamente -reconstruyo- se puso a estudiar nuevamente y, retomó sus estudios que eran en Química. Así como refugiado politico llegó luego a Suecia, donde volvimos a encontrarnos.
El trabajaba en aquellos años en una empresa de química, que dirigió un cometa egipcio -Rafaet-el-Sayed-, en el cerrado universo del mundo empresarial sueco.
Allí retomamos nuestros contactos, porque trabajabamos cercanos -él en el Sur (Söder), yo en la Ciudad Vieja (Gamla Stan) y almorzábamos una vez al mes en el restaurant del Colegio de Comercio, a la orilla del mar en la ciudad vieja, un venerable edificio que debe haber destruido ”la piqueta fatal del progreso” y las remodelaciones actuales de la zona.
Eran aquellos almuerzos decentes y frugales, motivo de rememoración, recuerdos, intercambios de información sobre otros conocidos que las circunstancias habian alejado en el tiempo, pero, que la evocación amistosa acercaba y permitía retomar cercanía. Eran tambien almuerzos donde había lugar para los balances y conclusiones personales.
Recuerdo que en cierta ocasión, ”el Cabeza” Betarte, adelantó una evaluación que me quedó grabada a fuego en la memoria. Me dijo entonces: ”Qué burros y bestias, fueron los gobernantes y políticos uruguayos, que cagaron a palos a una de las generaciones más brillantes que produjeron ellos mismos y sus instituciones.” y agregó: ”Como éramos jovenes, ante aquellos castigos, tomamos cuenta de la agresión con las armas en la mano, y bastó eso para que se les derrumbara el Uruguay de la mentira, la democracia de los falsos horopeles, toda la inmensa patraña”.
Aquellas -sus palabras- en el comedor del Colegio de Comercio sueco, son las palabras y los testimonios que se escaparon en sus ”investigaciones” a Lessa, uno de los tantos corifeos de ”la revolución imposible”, a Gallo tambien triste interprete ”de los cielos que se toman por asalto” y al mismisimo Sanguinetti, que irresponsablemente pretende seguir vendiendo la mentira ”de la Democracia agredida”.
Aquellos jóvenes, que se convirtieron en adultos en el exterior, que en el consiguieron con sus conocimientos, teson y virtudes, abrirse un horizonte en el mundo del trabajo, mantener su familia, criar y educar sus hijos, no son los testimonios preferidos por los corifeos que pululan en el mundo de las noticias y de la cultura bibliografica burguesa nacional. Ellos prefieren citar a los malos ejemplos, los ”jefes” algunos de los cuales se quebraron y degradaron en las mismas presiones. Un EFH, el ”dramaturgo ruso” de marras, el Sr. ”Picapedrero” Marenales, y hasta cierto ”Sr. Presidente” y su cónyuge -aún de más pésima historia particular y personal. Todos estos ”arrepentidos” les sirven a las mil maravillas para justificarse en sus mamotretos con pretensiones.
Hombres decentes y honrados, como César Omar Betarte Benitez, el ”Cabeza”, no.
A ellos no les estará nunca permitido en ”la historia oficial” dejar su testimonio, se les silenciaran sus voces, aún después de muerto.
Cuando Omar Betarte regresó a Uruguay, no cesó por eso su compromiso, militante, silencioso y humilde.
Eligió militar en la izquierda socialista agrupada dentre del FA. Pero su experiencia le permitía ser un observador cauto y crítico del panorama nacional.
Las veces que nos encontramos en Montevideo lo confirmaron en mas de una charla particular.
Con recuerdos de esa segunda patria, que es Suecia, que acogió tantos uruguayos en su seno, militaba en la organización sueco-uruguaya y era un puntal organizacional en la misma. En la pasada feria del Libro, atendía el stand sueco, como antes había contribuido a impulsar el homenaje a ese gran político asesinado en Suecia, como fue Olof Palme, en la plaza que lleva su busto en la Avenida Propios, asi como en el estela recordatoria que recuerda los esfuerzos para salvar vidas de uruguayos que, en Chile, realizó el diplomatico Edelstam.
Hablar de Suecia, en Uruguay, encontraba en Betarte un admirador devoto, dispuesto a retribuir con su esfuerzo personal.
Asi, ese figura del militante silencioso, modesto, dedicado, encontró en sus últimos años un último lugar donde verter sus esfuerzos: la Fundación Vivian Trias, que tanto a contribuido a levantar con charlas, exposiciones y conferencias, un lugar de debate politico-teórico importante en el panorama politico nacional.
Luego, viene, esa enfermedad que lo aquejó finalmente y le quitó la vida.
Vaya un caluroso abrazo para su mujer y su hijo, en éste trago amargo de sus existencias.
Por Cesar Omar Betarte Benitez, el ”Cabeza”, un buen militante, un buen amigo, un ser humano íntegro y leal.
Notas:
(1) ¡¡ Vivan los compañeros!!
Informamos que el día 7 de onoviembre de 2014 falleció el compañero César Omar Betarte Benítez en Montevideo , a los 68 años de edad.
César “Cabeza” Betarte (Nº 084 en el EMR Nº1) permaneció recluido desde 1972 a 1974 en el Penal de Libertad durante el período del Terrorismo de Estado.
El colectivo de Crysol rinde homenaje a este auténticos protagonista de la lucha del pueblo uruguayo y hace llegar sus sinceras condolencias a sus familiares, sus compañer@s y amig@s.
¡¡ Hasta siempre, CABEZA!!
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